Antes de que lo amordazara, el señor Clutter me preguntó y ésas fueron sus últimas palabras, quiso saber como estaba su mujer, si estaba bien. Y yo le dije que sí, que muy bien, que estaba a punto de dormirse (...) Y no es que le estuviera tomando el pelo. Yo no quería hacer daño a aquel hombre. A mi me parecía un señor muy bueno. Muy cortés. Lo pensé así hasta el momento en que le corté el cuello.
(...) Pero no me dí cuenta de lo que había hecho hasta que oí aquel sonido. Como de alguien que se ahoga. Que grita bajo el agua. Le di la navaja a Dick (...) le entró pánico. Quería largarse de allí. Pero yo no le dejé. El hombre iba a morir de todos modos, ya lo sé, pero no podía dejarlo así. Le dije a Dick que cogiera la linterna y lo enfocara. Cogí la escopeta y apunté. La habitación explotó. Se puso azul. Se incendió. Jesús, nunca comprenderé como no oyeron el ruído a treinta kilómetros a la redonda.
"In Cold Blood". Truman Capote, 1965.
(...) Pero no me dí cuenta de lo que había hecho hasta que oí aquel sonido. Como de alguien que se ahoga. Que grita bajo el agua. Le di la navaja a Dick (...) le entró pánico. Quería largarse de allí. Pero yo no le dejé. El hombre iba a morir de todos modos, ya lo sé, pero no podía dejarlo así. Le dije a Dick que cogiera la linterna y lo enfocara. Cogí la escopeta y apunté. La habitación explotó. Se puso azul. Se incendió. Jesús, nunca comprenderé como no oyeron el ruído a treinta kilómetros a la redonda.
"In Cold Blood". Truman Capote, 1965.